Una vez que cayó el Imperio Romano de
Occidente, los bárbaros germanos tuvieron ocasión de expandir su poder durante
buena parte del siglo V. Tanto visigodos como francos se establecieron en el
territorio de las Galias, sembrándola de pequeños reinos y abonando la semilla
de lo que luego sería Francia. Fue a mediados de este siglo cuando se inicia la
dinastía Merovingia, con la llegada de Meroveo y cuyo breve
reinado (entre el 448 y el 457) se produjo a la par que uno de los momentos más
importantes de la historia europea, la caída de Atila.
A finales del siglo V, Clodoveo,
descendiente de Meroveo, consigue vencer a los alemanes en una difícil batalla.
Tal es su convicción de que ha sido una victoria milagrosa que decide
convertirse al catolicismo en el año 496, en parte también influenciado por su
cristiana mujer, Clotilde. Poco después, en el año 507, se alza victorioso en
una batalla contra las tropas del rey visigodo Alarico II en la batalla de
Vouille, dejando a éstos relegados a la Septimania y a la Península Ibérica,
donde continuarían hasta la llegada de los musulmanes en el 711.
Tras haber librado a las Galias
de los alemanes y los visigodos, los merovingios dieron algunas muestras de
poder mediante la unificación de territorios llevados a cabo por Clodoveo I y
Dagoberto I. Pero su esplendor no duró demasiado, ya que los merovingios no
guardaban demasiado amor a la política o a las responsabilidades del trono, las
cuales delegaron en sus mayordomos reales.
De la debilidad del poder real por la delegación del mismo en favor de los mayordomos
y secretarios de palacio finalmente llegó la tragedia en forma de golpe de
Estado. Este fue el fin de los merovingios y el inicio de la dinastía
Carolingia, de la que salieron personajes como Carlos Martell, Pipino el Breve
(llamado así por su corta estatura) o Carlomagno.
En estos últimos años, ha
parecido resurgir con fuerza el mito de la dinastía merovingia, como guardiana
del Santo Grial y de la linea de sangre de Cristo (la cual también se asoció a
los Caballeros Templarios) desde tiempos inmemoriales ¿A qué se debe esto? Novelas
como “El Enigma Sagrado” de Michael Baigent y Richard Leigh, “El
Último Merovingio” de Jim Hougan o el afamado “Código Da Vinci” de
Dan Brown han rescatado la idea de que el Santo Grial pueda estar en alguna
parte de Languedoc, en Francia y de que la dinastía fundadora sería de esta
manera más legítima que ninguna.
También nos presentan a los
católicos merovingios como los guardianes en el tiempo de dicha reliquia,
sugiriendo que la familia real francesa pudo estar emparentada con el mismo
Cristo, y así todas las familias reales europeas compartirían de alguna forma,
reminiscencias de la mezcla de sangre.
Lo cierto es que el último merovingio, al
menos legítimo, fue Childerico III, cuyo reinado duró entre los años 742 y 751,
y que fue depuesto por el Papa Bonifacio y por Pipino el Breve. Childerico pasó
sus últimos días como recluso en un convento (Saint Omer), hasta su
fallecimiento en el 756, llevándose a la tumba la verdad sobre su supuesta
misión de proteger el linaje de Cristo.
Hace unos años, con la llegada de una organización llamada Priorato de Sión, su
fundador Pierre Plantard llegó a afirmar que él mismo era descendiente
de Cristo y de los Merovingios, lo cual le granjeaba el derecho a restaurar la
monarquía en Francia y además, coronarse como monarca de la misma.
Fuente: sobreleyendas.com
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