". . . Si en todas partes del mundo el hombre es hijo de la tierra, en Las Hurdes la tierra es hija de los hombres"
·
Miguel de Unamuno ·
Hace
ya algún tiempo que no traigo nada nuevo al blog, y que mejor manera de
retomarlo que con un tema clásico del misterio de la España negra y tan cercano
a mí, “Las Hurdes”.
Las
Hurdes empieza donde acaba la fantasía del sueño. Parajes inundados de
naturaleza, color y vida, que dan a la comarca una singularidad difícilmente
irrepetible e inigualable. Entre valles y colinas, el sol y el agua dibujan
paisajes de coloridos intensos en cada una de las estaciones, llegando a su
máximo esplendor al eclosionar la primavera. Largos y espesos son los silencios
que se extienden por la historia de esta comarca. Esto hace que sea un lugar de
leyendas y tradiciones que sus gentes se resisten a perder en pro de una
historia pasada y una identidad propia.
Las Hurdes fue siempre un paraíso dentro
de un infierno muy particular.
Un lugar donde, desde siglos, el olvido
lo mantuvo al margen de todo. Unas montañas fronterizas entre Cáceres, Salamanca y Portugal lo
marcaron para siempre.
Este aislamiento natural contribuyó al origen de leyendas, tradiciones y costumbres que
se mantuvieron inalterables durante siglos.
En Las Hurdes,
sus habitantes creían en la existencia de seres como las brujas, demonios, la magia
de los curanderos…
Contemplando la naturaleza salvaje de estas tierras no resulta difícil entender
que ya en el año 1.600 un monje carmelita describiera Las Hurdes de esta forma:
“Existe en este reino un valle infectado de demonios. Un lugar que los pastores
creen que está habitado por salvajes; gente que anda desnuda, de costumbres muy
diferentes a las nuestras y que piensan que están solos en la Tierra. Algún testigo
declaró haber oído voces imposibles de entender”.
Y al estar tan aislados
del resto de poblaciones, la creencia que por aquí deambulaban siervos
del demonio se fue afianzando a
lo largo del de los siglos.
Durante tiempo se fue creando un microcosmos lleno de misteriosos enlaces endogámicos hasta el punto de que en el siglo XVII, en el
resto de España, se creía que los habitantes de Las Hurdes eran seres extraños que vestían con pieles de animales
y hablaban en lenguas desconocidas.
Incluso el propio Lope de Vega, en su obra “Las
Batuecas del Duque de Alba” consideraba que era una comunidad goda que, al estar aislada, tenía su propia lengua, tradiciones, costumbres
y leyendas.
Pero fue a partir del siglo XIX cuando surgió un
movimiento a favor de estos pueblos y sus habitantes. Cuando el rey Alfonso XIII visitó estas tierras
quedó horrorizado. Recorrió todas las aldeas por caminos impracticables pudiendo comprobar la vida cotidiana de Las Hurdes.
Cuando llegó a un pueblo muy alejado, Martilandrán, pudo observar
horrorizado como vivían dos muchachos paralíticos en una covacha. Cuentan que Alfonso XIII
salió llorando de esta cueva al comprobar cómo vivían estos dos niños.
A partir de aquel momento comenzaría un gran cambio en
la vida de Las Hurdes creándose
centros de salud y puestos de la Guardia Civil.
Pero lo más importante para terminar con los siglos de
aislamiento de esta comarca fueron los proyectos de urbanización de sus pueblos
y accesos desde el resto de
España.
Actualmente, Las
Hurdes es un paraíso para todo amante del turismo rural. Una comarca perfecta donde se fusiona la tradición, naturaleza y paisaje
para provocar en el viajero una
experiencia llena de sabor mágico
y ancestral.
La esencia de Las
Hurdes sigue en estos parajes.
Hay pueblos enclavados en profundos valles y casas
construidas con pizarra que se asoman en las laderas de los montes.
Es una tierra misteriosa
donde, los propios hurdanos,
reconocen que siempre gustó recordar las leyendas que contaban sus abuelos al calor de la hoguera.
Había varios seres protagonistas de estos relatos como
el macho lanu, el espanto, el descabezado, el niño blanco, el pelojáncaro o el amorachinis.
Y es que, en esta comarca tan aislada del resto de
España por sierras montañosas y ríos, siempre ha existido una gran tradición oral intacta durante siglos.
Cada generación ha guardado celosamente sus leyendas sin cambiar lo contado de
padres a hijos durante siglos. Esta comarca supo guardar su cultura y tradición sin saber escribir.
Pueblos como Martilandrán,
Las Mestas, Cambroncillo, Vegas de Coria, Fragosa,
Ladrillar, son escenarios de
apariciones inquietantes, sobre todo, durante la noche.
Viajamos en el tiempo
para conocer…
La leyenda
del duende de Ladrillar
Cuenta la leyenda que los
habitantes de Ladrillar pasaron
por momentos de verdadera angustia y terror
debido a unas apariciones que recorrían la aldea y se dirigían hacia el cementerio.
Esta extraña visita se producía durante la noche. Lo más terrorífico de estas
visiones era que estaba formada por una serie de luminarias que paseaban solemnemente por todos los callejones de
la aldea.
Cuando estas luces
llegaban a las inmediaciones del cementerio
allí se paraban y seguían flotando en el aire hasta que terminaban por
difuminarse en la oscuridad.
Incluso el párroco de Ladrillar se vio obligado a comunicar las extrañas visitas al
Obispo de Coria.
Pero esta situación de miedo y terror se
intensificó cuando a su vez, apareció otro ser de aspecto infernal. Era un gran pájaro de color
negro que se posaba en los árboles del cementerio
cuando llegaban las luminarias.
Lo más sobrecogedor de esta leyenda es que, cuentan que, cada vez que el pájaro duende aparecía,
fallecía una muchacha de Ladrillar.
Durante la noche
este duende profería unos
gritos que helaban la sangre de todos los vecinos. Y cuando este ser chillaba
era porque se estaba llevando el alma de
alguna adolescente de la aldea.
Cada vez que gritó, una muchacha apareció con los
labios morados, la ted blanca como la nieve y el cuerpo sin vida.
Este duende y
las luminarias desaparecieron un
día para no volver ya nunca más al Ladrillar.
La leyenda
del mártir de Cambroncino
Cuenta la leyenda que Colás
era un pastor muy valiente y aguerrido. Decían en Cambroncino que era el único hombre que nunca tenía miedo a nada.
Una noche
Colás salió a recorrer aquellos montes que estaban plagados de lobos
hambrientos. Cuando estaba a punto de llegar al pantano observó una luz que se reflejaba en el agua.
Este resplandor cada vez se fue haciendo más intenso
al acercarse hacia él.
Sin darse apenas cuenta, la luz se abalanzó sobre las patas de su caballo provocando horror al
animal que lo tiró a tierra.
Cuentan que, Colás, se
quedó inmóvil del pánico y no podía dejar de mirar esta esfera iluminada
que flotaba a nivel de sus ojos.
Cuando supo reaccionar, se levantó y salió huyendo de
aquél lugar. Llegó a Cambroncino
en estado de shock. Muy asustados los habitantes, llamaron al médico para que
lo atendiera.
Colás cayó enfermo. Su sangre se fue coagulando poco a
poco en el interior de sus venas. El único remedio que el médico pudo practicar
fue lo que llamaban por aquel entonces “botones de fuego”.
Algo terrible y estremecedor que consistía en
introducir bajo la piel finos hierros al rojo vivo…
Colás falleció al tercer día del encuentro con esta luminaria. El dictamen médico advertía
que la causa de su muerte había sido una enfermedad desconocida.
Cuentan en Cambroncino
que esta esfera de luz se volvió
a ver durante la década de los cincuenta, ochenta y noventa del siglo
pasado.
¿Quién será el próximo que la vea?
La leyenda
del descabezado de Rubiaco
El descabezado
era uno de los seres mitológicos más importante de esta comarca de Las Hurdes.
Sendín fue uno de los primeros que se encontró con
este ser cuando regresaba de Salamanca.
Corrían tiempos de estraperlo cuando el traslado de
las bebidas y los alimentos se realizaban durante la noche y por caminos
y senderos que se introducían en densos bosques donde la Guardia Civil no se atrevía a vigilar.
Así que existía un gran movimiento de este negocio en Las Hurdes.
Protegidos por la oscuridad, Julián, Marcelo y Fausto,
cruzaban la carretera desde Salamanca
hacia Rubiaco.
No es que les gustara circular durante la noche pero debían hacerlo para evitar
ser descubiertos.
Pero no solamente vagaban por estos bosques los tres
hombres si no que, también, lo hacían las almas en pena.
Una de las noches
se le apareció en medio del camino
un gigante vestido de blanco, con una cinta al cuello y sin cabeza… ¡Era el descabezado!
Intuitivamente los tres hombres se arrodillaron ante
este ser y comenzaron a rezar entre sollozos pidiendo que esta aparición pasara
de largo y no les prestara atención.
Y así fue. El descabezado
siguió su camino sin detenerse
ante estos pobres hombres.
Cuentan que el descabezado
provocó, durante aquella época más encuentros con otros habitantes del
lugar.
Así que siempre dijeron que estas tierras era mejor
conocerlas… ¡A la luz del sol!
La leyenda
de la monja de la Garganta
El pueblo de Garganta
está rodeado de altas montañas. Se encuentra en plena frontera con Las Hurdes y, aunque no pertenezca a
ella, la cercanía también ha propiciado que existan leyendas de seres
mitológicos.
Muy cerca de Garganta
se halla el Monasterio de Yuste donde
Carlos V pasó los últimos años
de su vida sufriendo esas creencias sobrenaturales en las que creyó toda su
vida.
Cuenta la leyenda que Pando
salió una noche a recoger
castañas al bosque. Cuando ya estaba en plena labor comenzó a llover.
La tormenta fue haciéndose cada vez más intensa hasta
el punto que Pando pensó que era un castigo del diablo…
Así que se dirigió hacia uno de los refugios de
animales que existía en aquella zona. Ya en su interior preparó una hoguera
para poder entrar en calor y secar sus ropas un poco.
Al cabo de un tiempo, escuchó unos golpes en la
puerta. Extrañado, pero sin ningún miedo, se acercó a ver qué era lo que lo que
los había provocado.
Al abrir la puerta vio a una mujer muy bajita vestida
de negro. Pando pensó que era una monja
que se dirigía hacia el monasterio
y a la que había sorprendido la tormenta igual que a él.
La invitó a pasar y a sentarse al lado del fuego…
…Y cuando Pando se arrodillaba para recoger leña y
avivar la hoguera, de pronto vio como entre los pliegues de la túnica enseñaba
unas patas de cabra con sus pezuñas.
-¡Santo Dios!- exclamó Pando.
Y ante aquella mención, este ser tan extraño salió
corriendo de la cueva provocando el mismo ruido que hacían sus cabras cuando
corrían por la tierra.
Y ocurrió que, en el pueblo de Garganta, empezaron a echar en falta al pobre Pando.
Iniciaron su búsqueda al amanecer.
Cuentan que lo encontraron al final del día en aquel
refugio. Se hallaba inmóvil, con la mirada perdida y en sus manos varios
troncos de leña…
Pando repetía una y otra vez:
-Tenía las patas como las cabras, tenía las patas como
las cabras…
Este entorno es un paraje muy transitado por los
senderistas. Muchos de ellos desconocen lo que le ocurrió a Pando aquella noche de otoño.
Otros personajes históricos hurdanos…
La
Chancalaera
Este ser de la mitología hurdana parece estar
relacionado con la Serrana de la Vera
juzgar por el paralelismo de algún romance que la menciona, donde aparece
también como acosadora de hombres, con ciertas versiones del romance de la
Serrana. Se la describe como una hembra grande, hábil y atractiva, ducha en la
caza y de una fuerza sobrehumana. Una gruta en pie del Pico de las Corujas es
descrita como una morada suya. Puede transformarse en anciana de apariencia
indefensa, o en animal, incluso en ave. Posee el don de poder dar zancadas de
tal longitud que le permiten cruzar (“achancal” en altoextremeño, de ahí su
nombre) ríos enteros de un solo paso, lo que dificulta el poder huir de ella,
característica que también es adscrita a la Serrana de la Vera.
También se la utiliza como asustadora, afirmándose que
entra a las casas donde oyen a los niños llorar para llevárselos y comérselos
asados. Lo cual es una advertencia para los niños hurdanos llorones.
Teme al Entiznáu trata de evitarlo.
La Genti de
Muerti
También llamada el Corteju de Genti de Muerti o
Cortejo de Gente de Muerte. En las Hurdes, se trata de la aparición de dos
jinetes, un hombre y una mujer ancianos, montados en un caballo, que acaban
desapareciendo en medio del galope de la misma forma misteriosa como
aparecieron. A la pregunta de quiénes son siempre responden con voz lúgubre “Genti
de Muerti”. Varía la descripción de los jinetes, pero una descripción típica
cuenta que irían vestidos con un faldón que les tapa las piernas, que tienen
cara muy pálida, ojos en blanco y manos huesudas sujetando las riendas. Van en
busca del alma de alguien que va a fallecer la noche de la aparición.
La Procesión
de Ánimas
En las Hurdes, como su nombre indica, se trata de una
procesión de almas en pena similar a la Santa Compaña y otras visiones
equivalentes del folclore peninsular. Entre otros lugares, por el valle del río
Malvellido desfilan las ánimas vestidas de blanco portando una vela en la mano
todos los jueves a la media noche, en doble sentido. Interceptarlas en medio camino
equivaldría a una muerte inmediata.
Moras y
encantadas
En lo que respecta a los seres feéricos, por toda
Extremadura se suele hablar de las moras (como en Galicia, la Meseta en
general, Murcia o Aragón, que no tienen mucho que ver con las moras históricas)
o de encantás o encantadas (como en la Meseta o en Asturias occidental). No se
diferencian mucho de las encontradas en otros puntos de la península,
incluyendo las xanes de Asturias central, de manera que se les supone mujeres
de singular belleza que, debido a algún hechizo o maldición, adquieren poderes
y características sobrenaturales, y que habitan en castillos abandonados,
orillas de fuentes, charcos o arroyos, pasando el día peinando sus largos
cabellos esperando que acuda algún galán a desencantarlas. A menudo se las
asocia a tesoros reservados para el que logre desencantarlas, como las mouras
gallegas o las avalgas asturianas. A veces sólo se dejan ver por algún paraje
en determinada fecha del año. No seguir las condiciones pertinentes para desencantarlas
puede traer consecuencias fatales.
Respecto a las encantadas asociadas a fuentes, es
recurrente en la Alta Extremadura el relato sobre el descubrimiento en una
fuente de una cadena de oro a la que no se le ve el fin, seguida de la
desaparición de dicha cadena al cortar un pedazo de ella para guardárselo y el
posterior murmurar de una voz en la fuente lamentándose por haber perdido para
siempre la posibilidad del desencantamiento.
Las encantadas no siempre aparecen como seres
benévolos. También es común por las Hurdes la historia sobre una misteriosa
tienda de baratijas atendida por una mora que aparece mágicamente en un lugar
encantado durante la hora anterior a la medianoche. La mora sólo es
desencantada si a la pregunta de cuál es el mejor objeto de la tienda se
responde que es la propia mora. Los que responden que son las tijeras de oro o
los afilados cuchillos son muertos vengativamente con esos mismos instrumentos.
A veces se sustituye a la mora dueña de la tienda en la leyenda por una jáncana.
Historias parecidas, con tienda y tijeras amenazantes, existen también en
Galicia.
El Machu
Lanú
También llamado "el Lanú" a secas. Se trata
de una misteriosa criatura mitológica hurdana con cuerpo de macho cabrío, voz
humana cavernosa y rostro humano (aunque deforme), provisto de cuernos, de
complexión corpulenta y que camina de forma bípeda. Antes de aparecer suele
levantarse un ligero vendaval. Uno de los hurdanos que supuestamente tuvo
encuentros con él fue el zajoril “Ti' Usebiu” pocos años antes de morir.
Aparte de esta visión siniestra del personaje, también
está la festiva. El Machu Lanú como disfraz, que figura como uno de los
personajes del carnaval hurdano.
Duendes y
demás seres menudos
Aunque a día de hoy es más fácil encontrar a gente que
crea en Extremadura en OVNIS que en duendes, la creencia en los duendes en
todas sus formas estuvo muy generalizada por toda la Península Ibérica hasta
hace no mucho tiempo y Extremadura no podía ser ajena a ello. También se
menciona allí a las “duendas” femeninas. Son descritos de mil formas, desde
como enanillos de aspecto grotesco, hasta vestidos con ropas de Fraile (los
“Frailecillos” iluminados con una luz verdosa o violácea que mencionara Publio
Hurtado, con capacidad para colarse por las cerraduras). Los duendes
enredadores domésticos suelen preferir los lugares más inhóspitos de la casa,
como cuartos oscuros, cuadras, bodegas o desvanes, para revolver en ellos y
hacer ruidos de todo tipo. Es difícil librarse de ellos, ni aún mudándose de
casa.
Los duendes domésticos se diferenciarían de los
familiares, muy diminutos, que se asocian a una persona a la que pueden ayudar
con sus poderes, lo mismo que traerles problemas, más asimilables a los
prakagorris vascos y otros seres del mismo estilo. Estos están a su vez
relacionados en cierto modo con los “malinus” que provocan las posesiones
demoníacas, también presentes en diversas formas en gran parte del folclore
peninsular.
En las Hurdes, se habla por ejemplo del Duendi Jampón,
que pese a ser diminuto necesita engullir siete arrobas de comida al día y se
cuela por las casas devorando todo lo que encuentra. También de la pareja
formada por la duenda y el duendi zunguluteru, que además de trastearlo todo
como los típicos duendes enreadadores, se le achaca el provocar los
retortijones y los gases soplando en el oído a la gente mientras duerme. O el
malestar general matutino a que el duende ha estado “contando las costillas” al
durmiente. Mientras el duendi zunguluteru hace sus fechorías, su mujer la
duenda se queda sentada a la lumbre por las noches royendo castañas.
En las Hurdes se habla también de duendes guardianes
de tesoros enterrados en el campo. Si alguien trata de apropiarse de ellos
desoyendo las advertencias del duende, éste transforma en carbón no sólo el
propio tesoro, sino todos los ahorros y riquezas del descubridor de éste cuando
llega a su casa.
En la Vera, y especialmente en Garganta la Olla, los
duendes imponían juramentos que de no cumplirse acarreaban la infertilidad a
las mujeres. Estos duendes han sido descrito por los que decían haberlos visto
e incluso se cuenta que a principios del siglo XX varios vecinos persiguieron a
uno de ellos, cuando impuesto el juramento a una mujer, intentaron acabar con
él para evitar la maldición. Estos duendes veratos se corresponden con un ser
de aproximadamente unos 40 centímetros de altura, con cuerpo de forma humana,
de un color verde especialmente brillante por la noche y que cuando es
descubierto, huye muy rápidamente a cuatro patas, y esto es todavía más
extraño, no en línea recta sino en zig-zag.
A veces se categoriza como "duendis" a seres
que tendrían poco que ver con lo entendido típicamente por duendes, como el
Entiznáu.
En el Valle del Jerte se habla de un ser diminuto
femenino que entraría dentro de los típicos duendes enredadores domésticos
llamado Pomporrilla. Como tal gusta de hacer trastadas por la casa, mover los
cacharros o los muebles o producir ruidos. Su aspecto es grotesco, de estatura
enana y cuerpo feo de tez negruzca y pelo greñoso. Su carácter femenino se
percibe por su única distintiva teta, atrofiada y enflaquecida, que aparece en
su busto. Su boca succionadora casi carece de dientes, poseyendo sólo alguna
muela para roer las castañas, su alimento favorito, que suele ir a buscar al
sobrado o desván donde se colocan en las casas jerteñas.
Asustadores
diversos
Muchos de los seres empleados para asustar a los niños
en Extremadura tienen paralelismos en el resto de la península desde la Cornisa
Cantábrica a Andalucía. Algunos de los seres mencionados se usan como asustadores
(jáncanas, chancalaera...). Publio Hurtado menciona entre ellos el coco, el Bu
(conocido en Castilla y Asturias), la marimanta (conocida en Castilla y
Andalucía), la mano negra (mano viviente terrorífica conocida en casi toda la
península) y el demonuelo pardillín, además de la Caragontía, sobre la que
añade una copla en la que es mencionada similar a una existente en Andalucía
sobre otro personaje denominado "Tragantía". Tampoco son desconocidos
igualmente el tío del sebo, el tío Camuñas, el sacasangres, el lobo y el hombre
del saco en sus diversas variantes. Igualmente los duendes eran empleados para
asustar a los niños. En Azuaga se emplea a Juan Colorín, de la porra y el
candil, y en las Vegas Bajas del Guadiana al pituso. La criatura utilizada para
evitar que los niños se acerquen a los pozos y que supuestamente vive en ellos,
recibe, entre otros, los nombres de maruña y moracantana.
Entre estas criaturas habría que mencionar al monstruo
mitológico hallado entre otros sitios en el Valle del Jerte, con equivalentes
castellanos y asturianos (Tragaldabas o Zamparrampa), llamado Zamparrón, un ser
de aspecto desagradable, cuerpo deforme de forma indefinida acomodada a las
circunstancias, de tamaño mediano, cara repulsiva y voz gutural, especialmente
caracterizado por su gran voracidad. Su cuerpo posee el don de la elasticidad,
con capacidad de estirarse o encogerse para colarse por cualquier rendija
pudiendo de esta forma penetrar en un hogar y devorar todo lo que encuentre en
él. Como carece de dientes, succiona y traga todo lo que engulle sin
masticarlo, incluyendo seres humanos. Su estómago no se llena nunca, ya que
también es elástico y se expande a medida que entra en él todo lo que el
Zamparrón devora.
El Gruñu
Es un ser de aspecto horrible y demoníaco, de
vestimenta oscura y voz cavernosa, que habita en las cuevas del Valle del Jerte.
Es difícil verlo, ya que sólo merodea fuera de su guarida por las noches cuando
es difícil distinguirlo debido a su aspecto oscuro. Maldice y aoja a los que
caminantes nocturnos que pasan cerca de él, lo cual se traduce en un cambio de
carácter de la persona poseída por la voluntad del Gruñu.
La Mano de
Oro
En el Valle del Jerte hay relatos sobre una misteriosa
mano poderosa hecha de oro capaz de matar piaras de ganado dejándoles una marca
como hecha a fuego de una mano en el lomo. La codicia que desata en los
ganaderos el descubrirla se convierte más tarde en horror una vez que la mano
realiza sus fechorías.
Los Malus
Vientus
Se trata de una especie de torbellino desatado en
silencio, sin oírse la agitación del aire, dentro del cual de repente
desaparece el ganado de los pastores hurdanos para volver a aparecer de nuevo
al cabo de unos minutos delante de los anonadados ganaderos.
La Encorujá
En la mitología hurdana, se trata de mujeres maléficas
con catadura de brujas con el poder colarse dentro de los hogares
transformándose en puntos de luz. Se les achaca, entre otras cosas, el arrebatar
a los bebés de las cunas y hacerlos aparecer en lugares inverosímiles a donde
es imposible que ellos por sí mismos puedan desplazarse, como casas
colindantes, el corral… También se les achaca el oprimir el pecho de los
durmientes como la clásica Pesadilla y sus equivalentes en muchas culturas.
Sirenas
Resulta curioso cómo se pueden encontrar leyendas
sobre sirenas incluso en tierras de interior (donde son criaturas de agua
dulce), como en Extremadura. Normalmente adquieren su forma mixta mitad mujer
mitad pez debido a alguna maldición, a menudo por parte de un familiar, como en
otras leyendas de encantamientos que conllevan la transformación en animales u
otras criaturas. Serían una forma de seres feéricos, y como tales a menudo su
forma de actuar es igual que la de las moras o encantadas. Surgen del agua
peinando sus cabellos de forma coqueta como éstas, cantando de forma seductora.
No siempre son criaturas benévolas, como la que nada por aguas del Tajo en
Garrovillas seduciendo a los pescadores con sus cantos y haciendo que perezcan
ahogados. Hay historias sobre sirenas por toda la geografía extremeña y
peninsular, como son la que emerge cada noche de San Blas de la fuente de la
Luná en Usagre o la que vive en el Charco Joyón, que se dice que comunica con
el mar, en el término de Caminomorisco, en las Hurdes, que hechiza con sus
cantos a los pastores que se acercan por la zona y los ahoga haciendo que se
ensanche el arroyo donde vive inundándolo todo.
También destaca el dantesco hombre pez que según
algunos supuestos testigos vivía en la laguna de la Madroñosa, cerca de
Aceitunilla.
Brujas y
Zánganus
Los
zajorilis hurdanos
La palabra "zahorí" se suele emplear en
castellano para el que es capaz de encontrar manantiales subterráneos, y, en
algunas zonas, para los adivinos. Pero en las Hurdes los zajorilis eran
algo diferente. Eran hombres sabios, respetados por la comunidad de cada
alquería, que guardaban y transmitían la sabiduría popular hurdana. Se trataba
de hombres considerados buenos y justos que ponían en paz los pleitos y
pendencias y eran conocedores del "derecho consuetudinario" hurdano.
Poseían amplios conocimientos sobre medicina popular, artesanía, tradición oral
y costumbres hurdanas y hasta en ocasiones se les consideraba con facultad para
la adivinación, la videncia, o incluso dones más sobrenaturales como el de
conjurar las tormentas, la facultad de levitar o de curar con el aliento o la
saliva (como los saludadores). Pese a esas facetas de hechiceros o videntes, su
relación con los habitantes de cada alquería no era distante, sino que estaban
en el centro del tejido social hurdano y compartían con los demás muchos de sus
conocimientos.
El último zajoril fue Eusebio Martín Domínguez
"Ti' Usebiu", de El Gasco, muerto en 1987. Otros zajorilis que quedan
en la memoria de los hurdanos fueron Tío Alberto Azabal, de Pinofranqueado; Tío
Anastasio Marcos Bravo, de Las Mestas; Tío Pedro Alejandrino Lemos, de
Nuñomoral; Tío Santiago Guerrero, de Casares de Las Hurdes; Tío Moisés Crespo,
de Martilandrán; o Tío Baldomero Duarte Velaz, de El Cerezal.
Las Jáncanas
Se trata de maléficas criaturas femeninas de aspecto
horrible que viven en las cuevas de los montes hurdanos. Poseen curiosos
paralelismos con las juáncanas u ojáncanas cántabras y otras criaturas
parecidas de la península. Se suelen describir como poseedoras de un solo ojo
(según algunos informantes además con dos pequeños en la nuca), cuerpo deforme,
rostro arrugado, pelo alborotado (a veces con serpientes en lugar de pelos) y
vestidas de forma desaliñada.
Pese a su aspecto repulsivo pueden metamorfosearse,
por ejemplo en mujeres atractivas. También en serpientes enormes, caso en el
cual sólo podrán volver a recuperar su primitiva forma tras enroscarse siete
veces alrededor de un pastor que merodee en sus dominios y buscar su lengua
para fundirse en un apestoso beso. La Jáncana entonces trata de seguir acosando
al pastor incluso tras recuperada su repugnante forma primigenia.
Las jáncanas aparecen a veces como acosadoras que
fuerzan a pastores para después cortarles la lengua con unas tijeras de oro. A
veces sustituyen a las moras o encantadas como dueñas de las siniestras tiendas
de baratijas. Es así por ejemplo en el romance de la Jáncana, recogido en
Aceitunilla. También aparecen en una serie de cuentos hurdanos, en donde la
antagonista es la “Jáncana Rabúa”. Según algunos informantes existen también
jáncanas buenas que se dedican a ayudar a los que se pierden por el monte.
El Jáncanu y
el Pelujáncanu
Son la versión hurdana del mito del cíclope presente
en muchas culturas indoeuropeas y peninsulares. Visten con pieles de animales y
poseen un cuerpo peludo y gigantesco, además de un único ojo enorme en su
frente, lo que no les impide tener una vista prodigiosa y “panorámica” de
varias leguas a la redonda desde la altura que les proporciona su estatura. A
menudo se le supone casado con una jáncana o hijo de alguna de ellas, pese a
que éstas no suelen ser de un tamaño tan descomunal como el Jáncanu. Son seres
malignos y antropófagos que viven en cuevas de los montes hurdanos dedicándose
al pastoreo.
Existe de hecho un relato sobre el Jáncanu que sería
una versión del mito de Polifemo en la
Odisea adaptado a la realidad hurdana, algo que se repite con el Tartalo vasco.
El Pelujáncanu se diferencia del Jáncanu únicamente en
su cabeza calva con un solo pelo, en el que reside su descomunal fuerza.
El Entiznáu
Este ser de la mitología hurdana, aunque es a menudo
clasificado como “duendi” por los propios hurdanos y llamado a veces “Duendi
Tiznáu” o “Duendi Entiznáu”, encajaría poco con las características,
comportamiento y diminutez de los duendes al uso. Su estatura es enorme, a
veces descrito como de unos cuatro metros y en ocasiones incluso como un
gigante mayor que los montes más altos de las Hurdes, alcanzando hasta las
nubes.
Su nombre le proviene de lo oscuro de su figura,
vestido con ropas oscuras, un gran sombrero (que en ocasiones se describe como
de copa) y con la cara tiznada.
Posee la capacidad de conjurar tormentas, provocando
los rayos con el eslabón y pedernal (deslabón y pernala, en altoextremeño) de
que está provisto y los truenos tocando un descomunal tamboril. También puede
traer la lluvia revolviendo las nubes con su sombrero. No sólo esta faceta de
señor de la atmósfera, sino también su indumentaria, lo entronca con otros
genios de las tormentas de otras zonas como el Ñuberu o Xuan Cabritu asturiano,
aunque su gran tamaño lo singulariza.
Es un tanto irascible. Cuando los pastores rechazan
ofrecimientos del Entiznáu, como el de su eslabón y pedernal para encender sus
cachimbas, es cuando desata las peores tormentas enfurecido.
Es temido por la Chancalaera, con la que posee cierta
relación de enemistad.
También existen otros genios de las tormentas que
reciben el nombre de "escolar".
Los
Mulachinis del Cielu
La palabra “mulachín”, “morachín” o “amorachín”
significa en este caso “afilador”. Son seres mitológicos hurdanos de tamaño
pequeño, incluso con aspecto de bebés, que juguetean entre las nubes de las
tormentas forjando a cincel los rayos. Son descritos como poseedores de un solo
ojo, lo que no les impide tener una puntería certera a la hora de lanzar los
relámpagos. Contra ellos y sus rayos se clavan en los montes cruces hechas de torvisco.
Comparten la función de originadores del rayo con el
Entiznáu. Son más fáciles de relacionar con los Nuberos cántabros.
Licantropía
en Extremadura
La licantropía asociada a cierta franja del occidente
peninsular es característica. En Extremadura está adscrita principalmente a la
zona fronteriza con Portugal, incluyendo la Sierra de Gata, y además, ya fuera
de la zona rayana, es también común en las Hurdes, la Tierra de Granadilla y
las Villuercas, aunque también aparecen relatos de licantropía esporádicamente
en otras zonas. La denominación común del licántropo en Extremadura es “lobusome”
" o "lobisome", tomando similitudes de la denominación gallega.
Las supersticiones sobre hombres lobo en Extremadura
suelen coincidir con las del occidente peninsular en general, afirmándose que
el séptimo de una sucesión de hijos varones consecutivos, sin mediar ninguna
hembra, nace con el sino de hombre lobo y se transformará en lobo cada noche de
San Juan (en algunos casos cada noche de viernes o cada noche de luna llena), atacando
lo mismo a personas que a animales. También se puede adquirir la condición de
hombre lobo debido a una maldición. Se les puede devolver la forma humana antes
de que vuelva a salir el sol efectuándoles una sangría en la pata derecha.
Según otras versiones hay que desollar al lobo y quemar su piel, y entonces el
lobo desollado resucita recuperando su forma humana.
El sino de hombre lobo para el séptimo de siete hijos
varones consecutivos puede ser evitado si es bautizado por el hermano mayor y
se le impone el nombre de Antonio.
La séptima de siete hijas hembras consecutivas sin
mediar varón, en lugar de nacer mujer loba nace con el sino de bruja.
En las historias sobre humanos criados por lobos,
diferentes a los casos de licantropía, a diferencia de en otras zonas de la
Península estos no se muestran agresivos y dañinos, sino más bien huidizos y
reacios al contacto humano.
Augurios de
Muerte
El Encontráu
Se trata de un peculiar elemento de la medicina
popular hurdana que alcanza en alguna ocasión a zonas extremeñas colindantes,
que establece el origen de un mal en la emanación maligna del espíritu de los
animales salvajes. En las Hurdes se denomina encontráu a la urticaria, o
más bien a la corriente negativa transmitida por animales que la provoca. Si en
medio del campo un animal se queda observando a alguien, aunque éste no lo vea,
ese alguien puede coger el encontráu. También si pisa por donde haya
pasado cierto animal.
Las mujeres hurdanas, cuando iban al campo y tenían
que colocar a su niño en cualquier lugar del suelo, decían antes "¡jusa el
encontráu!" para evitar los efectos de éste por si la zona estaba
contaminada. Para quitar el encontráu una vez que se ha contraído hay que
barrerlo y "jusearlo" (ahuyentarlo). Se barren las zonas de la piel
dañadas, previamente embadurnadas con harina, con plantas silvestres, recogidas
a ser posible en un lugar cercano a donde se pilló el encontráu, o, según otras
versiones, con una prenda de alguien que se llame Juan o María y del sexo
contrario al del paciente, y al mismo tiempo se recita un ensalmo en que se
debe mencionar el mayor número posible de animales, en la esperanza de poder
acertar en mencionar el que provocó la enfermedad. Para algunos animales
existen ciertas fórmulas estereotipadas, a menudo rimadas:
Si es de lagartija, ¡jusa a la rejendrija!
Si es de sapu, ¡jusa al buracu!
Si es de culebrón, ¡jusa al buracón!
Si es de gallina, ¡jusa al polleru!
Si es de lobu, ¡jusa al monti!
¡Jusa de tolos bichus, de los que m'acuerdu y de los
que nu m'acuerdu!
Es preferible que tal ceremonia la haga el zajoril de
la alquería correspondiente. El encontráu más difícil de quitar es el de sapo.
La medicina popular de otras zonas de Extremadura
prescribe otros métodos más mundanos para curar la urticaria. Como el de dar
por la mañana nueve vueltas alrededor de un objeto, que según la versión del
pueblo en cuestión es un acebuche, un rosal, una mesa o una escoba colocada en
pie en el suelo.
El Escornáu
Se trata de un ser enorme y monstruoso de una leyenda
procedente de Ahigal, con cuartos traseros de caballo, parte delantera de
Jabalí y un enorme único cuerno en la frente. A dicho cuerno conservado en el
pueblo se le otorgaban poderes terapéuticos. Según la leyenda, atacaba lo mismo
a personas que a ganado del pueblo. Todo lo que trataron de hacer para acabar
con él fue infructuoso, ya que su piel era impenetrable. Finalmente la cofradía
del Rosario tuvo éxito en su enfrentamiento. Al pretender el ehcornáu atacar a
las mujeres que portaban el estandarte de la Virgen, una fuerza divina lo
paralizó al encontrarse frente a él, que, hinchándose como una pelota, reventó.
Esta muerte del fiero animal ocurrió a la altura del llamado "Canchu la
sangri", que aún, como dicen los informantes, presenta pigmentaciones
rojizas que corresponden a la sangre del Escornáu.
El cuerno fue traído hasta Ahigal como recuerdo de
aquella tragedia que asoló al pueblo y fue expuesto en la ermita del Cristo.
El asta del escornáu alcanzó categoría de reliquia. Se
tomaban raspaduras del cuerno, ya que se suponían sanadoras de la esterilidad
femenina principalmente, aunque también se consideraban remediadoras de otros
variados males, especialmente de insomnio, estómago, nerviosismo y crecimiento.
Incluso los mozos que entraban en quinta guardaban raspaduras en sus bolsillos
con el convencimiento de que merced a ese amuleto o talismán lograban números
que les libraran del servicio militar.
A finales del siglo XIX un obispo de la diócesis de
Coria giró su visita pastoral a Ahigal y observó cómo la gente confiaba más en
las virtudes de los polvos del escornáu que en los ruegos al Cristo.
Prefiriendo que el pueblo conservara su devoción al crucificado no se le
ocurrió otra cosa que la de cortar por lo sano, llevándose el milagroso cuerno.
Es precisamente aquí donde se pierde el rastro del asta del fabuloso animal,
aunque los ahigaleños siguieron recordando la tradición.
Dicen que los habitantes de Las Hurdes son personas afables pero de carácter muy recio. Debemos
respetar sus creencias, costumbres,
historia y leyendas y entenderlas como producto
del aislamiento natural y cultural que sufrió esta comarca a lo
largo de los siglos. Este ha sido mi humilde tributo a ellos y a toda esa
cultura perdida que a pesar de tener tan cerca nos empeñamos en alejar cada vez
más.